JUAN ENRIQUE GÓMEZ Ha resurgido entre toneladas de biomasa, matorral, zarzamoras y vegetación ruderal. Lo que hasta hace poco más de dos meses era un espacio perdido en la ladera que desde la carretera de Murcia cae hacia el río Beiro, vuelve a ser el cauce de la acequia de Aynadamar, la infraestrucutura hidráulica construida por orden del rey Badis en el siglo XI para llevar el agua desde Fuente Grande, en Alfacar, hasta el Albaicin alto y abastecer la primera gran red de aljibes públicos, en los albores del reino de Granada. Ahora un millar de años después, la acequia recupera el tramo que discurre desde El Fargue hasta los altos de Cartuja, donde se encuentran los albercones que, durante siglos, se llenaron con el agua procedente de Aynadamar. El agua vuelve a circular por un cauce que ha sido devuelto a la superficie tras un exhaustivo trabajo de un equipo de arqueólogos dirigidos por el profesor José María Martín Civantos, que junto a Elena Correa y María Teresa Bonet han puesto en marcha el proyecto del Laboratorio de Arqueología Biocultural (MEMOLab) de la Universidad de Granada, que tenía como objeto recuperar un trazado que se encontraba completamente desaparecido desde mediados del siglo XX y que, en algunos puntos, no era más que una señal en un mapa. Un proyecto que ha sido posible gracias a la colaboración de entidades como Emasagra, Hidralia y la Fundación AguaGranada, que ha colaborado económicamente en un proyecto catalogado como de recuperación ambiental y estructural. Caminar junto a la acequia de Aynadamar (lágrimas en árabe) es hacer el recorrido que realizaron los ingenieros del siglo XI, contemplar el valle del Beiro y entender como el agua de la fuente de las Lágrimas (Fuente Grande) se convirtió, durante siglos, en el principal abastecimiento del Albaicin y parte de la ciudad. Aguas arriba, en dirección a El Fargue, hay momentos en los que el cauce se oculta bajo bosquetes de encinas centenarias, chopos y sauces, entre zarzales y matorral autóctono, donde la vegetación de ribera volverá a crecer con el paso del agua, que hasta el momento, solo llega hasta algo menos de un kilómetro desd El Fargue, debido a la escasez que padecemos a causa de la pertinaz sequía. “La realidad es que ahora puede discurrir hasta los albercones de Cartuja”, afirma el arqueólogo Martín Civantos, que reconoce que cuando realizó la búsqueda del cauce original casi no se podía delimitar por dónde discurría. El arqueólogo afirma que se ha podido materializar gracias al trabajo de una gran cantidad de voluntarios que han ayudado a desbrozar y a retirar tierra hasta limpiar el cauce. Los voluntarios, recorrían el sábado la acequia ya , tras la inauguración realizada con la presencia de la rectora de la UGR, Pilar Aranda, representantes de la Fundación AguaGranada, los responsables de Memolab y los ayuntamientos de Granada y Alfacar, que recorrieron el nuevo sendero desde las inmediaciones del antiguo Hotel San Gabriel, en la carretera de Murcia hacia El Fargue. “Es un honor poder poner un granito de arena en la recuperación del patrimonio histórico, y si está relacionado con el agua y el medio ambiente, la satisfacción aún es mayor”, afirmaba Pilar Aranda mientras recorría el sendero que puede convertirse en un magnífico atractivo para los amantes del senderismo. Un paseo entre la ciudad y la barriada de El Fargue, con poco más de tres kilómetros, por un espacio casi desconocido para los granadinos y que nos adentra en la historia de la ciudad. Ahora, la acequia de Aynadamar, que estaba recuperada desde Alfacar hasta Víznar y continuaba, entubada en gran parte de su recorrido, hasta El Fargue, vuelve a abrirse a la luz a partir de ese punto. Es el momento en el que comienza una nueva vida para la acequia más antigua de la ciudad. Es el inicio de un nuevo milenio.